Entrada destacada

ADORACIÓN EUCARÍSTICA ONLINE 24 HORAS

Aquí tienes al Señor expuesto las 24 horas del día en vivo. Si estás enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el...

jueves, 7 de agosto de 2014

EL ACTO MORAL


 
39.1) Su estructura personal
39.2) Objetivo, fin y circunstancias
39.3) Impedimento del acto moral
39.4) El problema de los actos indiferentes
39.5) Actos y actitudes; la opción fundamental
 
39.1 Su estructura personal
En el hombre hay dos series de operaciones, de acuerdo con el modo que hayan sido realizadas: los llamados actos del hombre, que proceden del hombre, pero sin dominio racional; y los actos humanos, que el hombre realiza según su modo específico propio, es decir, en cuanto ser racional y libre. Se puede decir que actos humanos son aquellas acciones internas y externas en las que el hombre actúa por su voluntad, a propuesta del entendimiento y previa la deliberación anterior. Se les define también como los actos voluntarios y deliberados.
El acto humano implica una estructura cuyos elementos generales y esenciales son: A) El cognoscitivo: B) El volitivo: c) La libertad  
A) El cognoscitivo
Es el elemento imprescindible, porque no se puede querer algo si antes no se conoce, y tampoco podemos querer algo libremente si no somos conscientes de ello. Este conocimiento incluye la advertencia - atención de la mente al acto-, la deliberación - valoración sobre la conveniencia o inconveniencia del acto-, y el imperio -la determinación al querer-.
No basta cualquier conocimiento para que haya un acto humano; pero no se requiere un conocimiento tan completo y exhaustivo que apenas podría darse en la práctica. Puede decirse que, en general, para que haya un acto humano es necesario y suficiente con que el sujeto tenga advertencia del acto que va a realizar y de su conveniencia o inconveniencia: así el sujeto puede ser dueño de ese acto.
B) El volitivo:
Santo Tomás define el acto voluntario como "el que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin" (S. Th I-II, q 6, a 1). Dos cosas son, así, necesarias para que algo se diga, en sentido verdadero, voluntario : a) Que procede de nuestra voluntad a manera de efecto; y b) que el efecto o resultado de nuestra voluntad haya sido, al menos en su causa, previsto por el entendimiento, previamente a ser realizado por la voluntad. Son también voluntarios los efectos o resultados de las acciones y hasta de las omisiones, con tal que se hubieran previsto y fuera obligación de evitarlo.
c) La libertad
Es característica esencial de los seres inteligentes y, por tanto, de su actividad. Sin ella, el obrar humano se queda a un nivel puramente animal. Sin libertad no puede haber vida moral porque, para obrar moralmente, no basta con saber distinguir entre el bien y el mal, se necesita también tener posibilidad de autodeterminarse con dominio del acto. Sólo de esta manera se puede ser responsable y, por tanto, capaz de mérito o culpa, de premio o castigo.
39.2 Objeto fin y circunstancias
La determinación de la bondad o malicia de los actos humanos se hace por los elementos que los integran: El objeto, el fin y las circunstancias. Estos elementos no intervienen todos de la misma manera, cuando determinan la moralidad de los actos humanos buenos y la de los actos malos. Para que un acto sea bueno, deben serlo a la vez necesariamente el objeto, el fin y las circunstancias; y para que sea malo basta con que uno de ellos contraríe la norma moral.
El objeto de la moral: Es la primera y fundamental fuente de moralidad: si el objeto es malo, el acto será siempre malo, aunque las circunstancias y el fin sean buenos; "No se puede hacer el mal para que sobrevenga el bien" (Rom 3,8); el fin no justifica los medios. En cambio, si el objeto es bueno, el análisis para una calificación completa y verdadera del acto debe proseguir por el fin y las circunstancias.
Las Circunstancias del acto moral: Son aquellos aspectos accidentales del objeto o de la intención del agente, que afectan de algún modo a la bondad de la acción, pero sin cambiar su sustancia. Por ejemplo, el cariño con que se da una limosna, etc. Si el fin y el objeto eran como la forma y la materia, respectivamente, del acto moral, las circunstancias son como sus accidentes. Por tanto, si el acto es bueno o malo por su objeto y fin, las circunstancias acrecientan o disminuyen accidentalmente su bondad o maldad.
El fin del acto moral es el objetivo al que el agente ordena sus actos, es decir lo que se propone conseguir. Este fin, junto con el objeto, determina la sustancia del acto moral. El fin es la intención subjetiva que pretende el agente con la acción.
39.3 Impedimentos del acto moral
El conocimiento intelectual y la voluntariedad son decisivos para la libertad; todo aquello que de una u otra manera reduzca el conocimiento o la voluntariedad de la operación humana, disminuye o anula la libertad.
Estos obstáculos son fundamentalmente la ignorancia, las pasiones, el miedo, y la violencia. Se dan también otros trastornos psicopatológicos, que pueden influir muy directamente en la libertad requerida para los actos humanos. Todas estas dificultades se conocen como impedimentos del acto humano:
Violencia: Es la acción exterior que fuerza a la persona para que actúe contra su voluntad. Para que haya violencia completa o coacción, se requiere: a) que sea ejercida por otro, pues nadie puede causarse violencia a sí mismo; b) que se oponga al querer del sujeto: si este cede o colabora, ya no se puede hablar de violencia al menos perfecta.
Ignorancia: Es la carencia del conocimiento requerido para el acto moral. Destruye o debilita la libertad del acto externo al impedir el conocimiento necesario para la voluntariedad del acto. La ignorancia es carencia de ciencia en quien debería tenerla. Difiere de la nescencia o simple falta de un conocimiento, en quien no tiene deber de poseerlo. En la ignorancia se puede distinguir:
a)Iuris: Es el desconocimiento de la ley, divino o humano, civil o eclesiástica.
b)Facti: Es el desconocimiento de algunos aspectos de la acción que la hacen buena o mala.
c)Inculpable: Se da cuando se han puesto los medios debidos y, pese a ello, no se ha llegado al conocimiento de la verdad. También es llamada invencible, en cuanto quien la padece no puede vencerla y librarse de ella, pese a los debidos esfuerzos puestos para alcanzar la verdad.
d)Culpable o vencible: Supone que se pudo y se debió superar. Por tanto procede de negligencia o culpa del sujeto. Caben varios grados: 1) Simplemente vencible: cuando se pusieron medios incompletos o insuficientes. 2) Crasa o supina:: cuando la ignorancia se debe a negligencia grave. 3) Afectada: es la que evita informarse para actuar según su apetencia.
Las pasiones desordenadas: Constituyen un obstáculo, en cuanto disminuyen la función rectora de la razón, con sus emociones, sentimientos y estados de ánimo, de la actividad voluntaria.
Miedo: Es una perturbación del ánimo ante un peligro real o imaginario. El miedo es un temor que llega a turbar la inteligencia, y aunque de ordinario no suprime la voluntariedad, la limita de modo notable.
enfermedades mentales: La unidad sustancial entre el alma y el cuerpo comporta que haya estrechas interrelaciones entre las potencias espirituales del alma y los dinamismos psíquicos-somáticos, al punto de que determinadas disfunciones somáticas o psíquicas impiden total o parcialmente el uso de la razón o debilitan el autodominio de la voluntad. Son la enfermedades de la mente y de la voluntad, que disminuyen la libertad del acto, porque falta en él la necesaria luz de la inteligencia para que la persona pueda tomar una decisión responsable, o se da una situación tal de agotamiento psíquico que la persona, aun percibiendo lo que debería hacer, se encuentra falta de las energías para realizar el esfuerzo correspondiente.
39.4 Acto bueno y acto malo. El problema de los actos indiferentes
Existen actos humanos indiferentes en abstracto, o sea, que por su objeto específico y naturaleza intrínseca no son buenos ni malos. La razón es porque, considerados en abstracto, los actos humanos toman su moralidad únicamente de su propio objeto específico, sin tener para nada en cuenta el fin de las circunstancias que les rodean, que son ya elementos concretos.
No existen actos humanos indiferentes en concreto. Toda acción realizada libremente por una persona tiende necesariamente a un fin determinado, inevitablemente presente en la persona que lo realiza, por lo que adquiere una relación al orden moral, negativa o positiva.
39.5 Actos y actitudes; la Opción Fundamental
La Declaración Persona Humana afirma expresamente que "la opción fundamental es la que define en último término la condición moral de una persona" (n.10). Y a ella se refiere, por ejemplo, Santo Tomas cuando explica la primera conversión del hombre a Dios como a su último fin: en este sentido es la ordenación del hombre a Dios por la fe y la caridad en el primer acto libre. Se trata de una entrega, una opción por Dios que perdura como habitual e influye virtualmente en los actos sucesivos con tal de que sean compatibles con ese último fin.
Existen, pues, un uso correcto de la expresión opción fundamental, que sirve para poner de relieve aspectos fundamentales de la vida moral, como son, entre otros, la relevancia de los actos y opciones singulares, la unidad de la vida moral, etc.
Paralelamente se dan también usos incorrectos de la opción fundamental cuya tesis de fondo es entonces que, una vez que se opta por Cristo por medio de la fe, el detalle de la obras no tiene ya importancia (Lutero), o cuando por la caridad se le ama de verdad todo está permitido (Molinos).
La vida del hombre supone una multiplicidad de opciones y actos singulares, diferentes por sus objetos, el tiempo, lugar, etc. Opciones y actos que, a la vez, se perciben como propios del mismo sujeto e integrantes de la misma vida. Por otra parte, cuando el hombre procede moralmente -con advertencia y voluntariedad- su voluntad no decide sólo por el bien o el mal del objeto concreto: advierte que con la opción por este bien o este mal opta también por el bien o por el mal y, por eso mismo, a favor o en contra de Dios. En cada acto singular el hombre, al decidir sobre su relación de amor o de rechazo a un objeto singular, decide sobre sí mismo, en cuanto que, en definitiva, decide disponerse bien o mal con Dios.. Además se dan en el hombre actos, que implican unas decisiones de fondo que de tal modo fijan la voluntad en el bien o en el mal, que van marcándole, dándole una orientación fundamental a su vida.
Esa decisión subyacente -a favor o en contra de Dios- puede llamarse decisión u opción fundamental, sobre todo cuando se contempla desde la relación que guarda con las demás decisiones que podrían llamarse superficiales o periféricas

No hay comentarios:

Publicar un comentario