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domingo, 24 de agosto de 2014

Poder de las predicciones casuales

Las predicciones que uno hace acerca de alguna circunstancia o evento, ¿hacen que estas se cumplan? A primera vista parecería que cualquier creencia, que una declaración tendría el poder de materializar, sería una su­perstición relacionada con la magia primitiva. ¿Cómo ocurren esas pre­dicciones casuales que todos nosotros hacemos a veces? Son la combinación de hechos conocidos salidos de alguna experiencia que hemos tenido y el ima­ginar su desarrollo dentro de un arreglo nuevo y diferente. Tales predicciones pueden ser negativas o positivas en su naturaleza. Pueden tener o un efecto constructivo y beneficioso o lo opuesto.
Como una analogía, hay un cruce para peatones en un camino muy tran­sitado. Se advierte que algunos de los automóviles frenan y rechinan al borde mismo del cruce, haciendo que los peatones brinquen hacia atrás o hacia ade­lante por temor a que el vehículo pueda no detenerse a tiempo, y los atropelle. Uno que observe esto, podría comentar: "Uno de estos días algún peatón va a quedar herido o muerto en este cruce, cuando un chofer descuidado no deten­ga su vehículo a tiempo".
En substancia, esta es una predicción casual. Ha sido simple llegar a esa conclusión. La observación, es decir, la experiencia actual reveló el peligro en potencia que existía en el cruce. Se­guidamente, el razonamiento deductivo mostraría la posibilidad de que alguna vez ocurriera ese accidente. La combinación podría fácilmente hacer que se formara un cuadro mental del evento. Debido a la ley de las probabilidades, eventualmente llegaría a ocurrir ese serio accidente. La predicción hecha, ¿hizo que el accidente ocurriera?
En la analogía antes citada, la pre­dicción casual no tuvo ni la más leve influencia en el suceso eventual. Es similar a la predicción que uno hace de que va a nevar, fundada en la observación de que las presentes condiciones del tiempo son similares a muchas ex­periencias de nevazones que han ocu­rrido en el pasado. Es el reconocimien­ to de causas familiares en las que existe una gran posibilidad de que sigan efec­tos específicos.
Sin embargo, hay otro aspecto en el hacer predicciones casuales que no es un elemento misterioso sino psicológico. Una predicción puede transformarse en fuerte sugestión para uno u otro. Para ilustrarlo mejor imaginemos que un hipocondríaco, que constantemente está imaginando enfermedades o exagerando aquellas que tiene, puede predecirse una condición de mala salud. Puede predecir que tendrá una úlcera péptica que sangra, porque tiene ahora (o se imagina que tiene) un ligero dolor ab­dominal. Los rayos X y otros exámenes de expertos revelan que no existe tal úlcera. No obstante, el individuo con­tinúa prediciendo que está desarrollando una úlcera.
De esto surge una condición psicoso­mática. El individuo crea una ansiedad, un trauma emocional. Como resultado, su estado imaginario eventualmente causa la úlcera.
Atrayendo oportunidades
Consideremos ahora el aspecto posi­tivo de las predicciones casuales. Un joven es ambicioso. Viene de una fa­milia de baja condición económica. Él desea llegar a ser ingeniero en electrici­dad. Aún está en la escuela secundaria. Es remota la posibilidad de obtener suficientes fondos para una mayor educa­ción que le permita alcanzar lo que desea. Sin embargo, él lo predice, posi­tivamente. Esto hace gracia a los ami­gos y miembros de su familia. Esta predicción positiva es una eficaz suges­tión a su propia mente subconsciente.
Establece dentro de él un empuje para tratar de encontrar en sus diarios asuntos cualquiera relación, cualquiera con­dición o factor que le ayude a realizar su intenso deseo.
La predicción que el joven hace va más allá de él. La escuchan otros, qui­zás aquellos que pueden sentir simpatía hacia un tan sincero deseo de avance personal. Puede aun hacer más que eso. Hace al individuo simpáticamente respondiente a todas las condiciones y circunstancias que puedan constituir para él una ventaja. En otras palabras, atrae hacia sí oportunidades que otros podrían no reconocer como teniendo alguna in­nata ventaja. Pronto él descubre modos y medios que para los otros parecen fantásticos, a través de los cuales puede llegar a realizar sus ambiciones.
Los místicos dirían que ha sido ayudado cósmicamente. Nosotros pre­feriríamos no decir que una mente o inteligencia cósmica ha determinado ayudarlo a triunfar. Declararíamos, más bien, que el individuo, debido a sus predicciones, se había puesto en armonía con las condiciones cósmicas y natu­rales que puede utilizar para su fin.
Volviéndose respondiente
Una predicción positiva, para ser efectiva, tiene que ser más que una pura declaración como “Voy a ser un éxito”. Lo último sería sólo un comen­tario superficial. No registraría ninguna impresión fuerte en el subconsciente. No lo haría a uno respondiente, es decir, consciente de los factores que necesi­taría para transformarse en un éxito. Un deseo sincero, como una predicción, lo vuelve a uno especialmente cons­ciente y sabedor de todas las condiciones relacionadas con su objetivo.
Usemos de una analogía común para que esto se comprenda más fácilmente. Un individuo, digamos, compra un au­tomóvil último modelo y está muy orgulloso de su elección. Advierte sus líneas, su diseño atractivo y otras resaltantes características del mismo. Seguidamente, mientras lo maneja en la carretera... ¡le parece que repentina­mente hay en el camino más automó­viles como el suyo, muchos más de los que anteriormente había visto! El hecho es que él tiene frente a su consciencia una vívida imagen mental de su auto último modelo; por lo tanto, cualquier otro de diseño similar, por asociación de impresiones e ideas, inmediatamente llama su atención. Es de esta manera, a un cierto grado, que una predicción positiva puede atraernos elementos que pueden originar que se vuelva una realidad.
Aceptando pensamientos negativos
Recíprocamente, las predicciones ne­gativas pueden precipitarnos a condi­ciones que igualmente pueden causar su no deseado cumplimiento. Está tam­bién dentro del reino de la posibilidad que una predicción negativa, firmemente hecha, pueda volverse en un pensamiento mentalmente transmitido a la mente de otro. El individuo que hace la predicción negativa puede no tener la intención de proyectar su pen­samiento. Puede que ni tenga en mente cualquiera otra personalidad, pero lo que él piensa y lo que cree que puede conseguirse, es posible que se transmita a otro en forma de fenómeno extrasensorio.
Otra mente con malvada intención podría recibir la predicción transmitida y le parecería que acababa de llegar personalmente a esa idea. Actuaría en ella y, sin embargo, nunca estaría consciente que en su mente había sido im­plantada esa idea. Por supuesto que había hecho receptiva su mente a tales sugerencias transmitidas.
En este asunto declaremos firmemen­te que un individuo cuyos estándares morales y consciencia personal no le permitirían entrar en un mal proyecto, en uno destructivo, no sería receptivo a los pensamientos negativos, como ser las predicciones de otro. La muy positiva actitud de tal persona sería una defensa adecuada en contra de cual­quiera influencia externa. En esa ma­nera nuestras predicciones casuales pue­den o ayudarnos o dañarnos, como también influir en otros a través de la sugestión y en otras maneras.
Si los pensamientos son transforma­dos en realidades y todo acto es, primeramente, un pensamiento, entonces es nuestra obligación pesar nuestras pala­bras y nuestros pensamientos antes de darles rienda suelta.

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